Las mamás, damos todo por nuestros hijos, incluso la vida; eso lo tenemos bien claro. Es algo que se hace evidente en nuestros corazones de madres.
Nuestra elección de ser madres y educar, es un camino plagado de exigencias y algunas veces agotador, que implica sacrificios, esfuerzos y renunciar a cosas que deseamos. En principio, nos sentimos bien dándolo todo. Nos tranquiliza la conciencia y hasta nos hace felices.
Sacrificar cosas superfluas pensando que luego podremos recuperarlas, es una idea muy común, y de hecho es posible. Si una tarde tus amigas te invitan a salir, pero debes dejar la salida de lado por cuidar a tu niño, es algo que podrás lamentar en el momento pero que sabes que habrá otra ocasión en la que sí puedas tomarte ese rato de esparcimiento, que por otra parte es merecido y necesario.
Encontrar el equilibrio justo entre nuestras necesidades, nuestros deseos, y las necesidades y deseos de nuestros hijos para que todos ganemos y nadie pierda, muchas veces es difícil y los padres terminamos por darles prioridad a ellos.
Pero si esa ocasión de recuperar un momento nunca llega, si perdimos una cena con amigas porque nuestro hijo no quiere separarse de nosotras, si postergamos un viaje que queríamos realizar y pensamos que ya habrá otros, si incluso dejamos de limpiar la casa pensando en que lo haremos mañana… A la larga todo eso repercutirá en nuestro bienestar general.
Hoy queremos intentar buscar el equilibrio entre nuestras responsabilidades, nuestras necesidades y nuestros deseos. Sabemos que es difícil, pero al menos servirá para reflexionar y poder establecer prioridades de acuerdo a un criterio justo y equitativo.
1) Tiempo para tus cosas.
Tendemos a pensar que cada minuto que reservamos para nosotras, es un minuto menos que les damos a nuestros hijos. Sabemos que cuanto más pequeños son, más tiempo y cuidados demandan, pero no es un acto egoísta reservar un rato durante la semana para ir a la peluquería, salir a tomar un café con una amiga o leer un libro.
Es un tiempo en el que cargas baterías y te renuevas, para poder brindarles mejor calidad de mamá a tus hijos. Pide ayuda, principalmente al papá.
2) Ellos también dejarán el nido.
De la misma manera que tú dejaste la casa de tus padres para casarte y formar una familia, ellos también lo harán. Y está bien, porque es la ley de la vida que todos debemos seguir.
Es por eso que nunca debes dejar por completo eso que te gusta o la profesión para la que te preparaste. Una vez que tus hijos adquieran determinada independencia, tendrás que dedicarles menos tiempo. Es en ese momento en el que muchas mujeres se sienten perdidas porque pasaron la mayor parte de sus vidas siendo madres y dejaron de lado ser mujeres.
3) Un tiempo para la pareja.
No olvidemos que en un primer momento fuimos dos y que del fruto de ese amor, llegaron los hijos y se consolidó la familia.
Poco a poco nos fuimos dedicando a la crianza y a integrarnos a la familia del cónyuge, y no es de extrañar que comencemos a dejar de lado a la pareja.
Este es un error que debemos evitar a toda costa, porque cuando los hijos ya estén criados o incluso, ya no vivan con nosotros, nuestra pareja es en quien nos vamos a apoyar para seguir transitando de a dos, el resto del camino.
4) Síndrome del “Nido Vacío”.
Si durante la mayor parte de la vida familiar, nos hemos dedicado pura y exclusivamente al rol de madres, una vez que dejemos de serlo, (sólo en parte), nos sentiremos un poco desorientadas y perdidas por no saber qué hacer.
Es por eso que mantener una actividad, un trabajo y amistades con las cuales compartir, es fundamental para no sentir que nuestra vida está terminada o que hemos sido abandonadas.
¡Encuentra tu espacio!
5) Los hijos son prestados.
La prueba de que hemos hecho un buen trabajo como madres, radica en la satisfacción de ver cómo nuestros hijos construyeron sus propias alas para volar por sí mismos. Y está bien, porque eso es lo que harán en algún momento en que lo deseen. Ley de vida.
Acompaña en estos momentos a tus hijos alentándolos y animándolos a hacer lo que deseen para que se sientan seguros y acompañados.
6) No caer en la frustración.
Cada cosa que deseamos y no podemos alcanzar, es una frustración que tarde o temprano terminaremos pagando con angustia y rencor.
Dentro de las posibilidades y los sueños posibles, no dejes de lado aquello que te gusta y te motiva, por no restarles algunas horas de tiempo a tus hijos.
El tiempo no vuelve y algunas veces las oportunidades no se repiten. ¡No lo olvides!
7) El sacrificio pesa.
En ocasiones vemos madres abnegadas y sacrificadas que dejaron sus sueños o sus estudios por sus hijos, cayendo en la injusticia del reproche: “¡Después de todo lo que hice por ti!” Es una frase muy común que proviene de alguien que siente rencor hacia alguna falta cometida por sus hijos y que considera que debe recibir un “pago” por haberlos criado y haber hecho sacrificios.
No lo olvides, los sacrificios de una madre pueden transformarse en una “deuda” para los hijos haciendo que se sientan culpables. Y finalmente, nadie quiere eso.
8) Una madre realizada.
Tus hijos no necesitan una madre sacrificada, necesitan una madre satisfecha con sus elecciones a todo nivel. Una madre orgullosa de sus logros tanto en su rol de madre como de esposa y de mujer.
Dales a tus hijos una madre cuya felicidad no dependa pura y exclusivamente de ellos, porque de esta manera les estás enseñando lo que es la libertad y crearás el contexto psicológico ideal y necesario que todo ser humano necesita para desarrollarse.
Los hijos cambian con gusto unas horas sin mamá, por una mamá sonriente, contenta y feliz.
¿Qué opinas sobre el sacrificio de las madres? ¡Cuenta tu experiencia y comparte!