Las mujeres que lloran mucho poseen 5 detalles únicos de personalidad.

Las lágrimas derramadas son amargas, pero más amargas son las que no se derraman, dice un proverbio irlandés. ¿Puede ser que llorar sea terapéutico?


Hombres, mujeres, niños… Todo lloramos. Algunos lloramos de dolor, de pena, de risa y algunas veces simplemente porque sí, como cuando nos emocionamos viendo una película romántica. Otros, necesitan de una tragedia para soltar una lágrima.

En principio, podemos encontrar explicación en el sistema nervioso. El sistema parasimpático, es el encargado de restablecer la calma después de una acumulación de tensiones en el cuerpo y es el que activa las lágrimas generando el alivio que sentimos.

Pero si lo llevamos a un terreno más emocional, podemos analizar las lágrimas como la forma de expresar sentimientos que muchas veces no podemos poner en palabras.



Tenemos tendencia a subestimar el valor de las lágrimas y sin embargo son la expresión de una necesidad imperiosa de alivio, de vaciar el corazón, de compartir con alguien que nos escuche un sentimiento que invade el alma y rompe el corazón. Las lágrimas son el signo de que la persona necesita restablecerse y está lista para compartir lo que le sucede para poder obtener consuelo.


Durante un duelo, las lágrimas preceden a la etapa de la resignación. Debemos dejarlas existir, ser… No responde a una patología el hecho de llorar, sino que por el contrario, es un signo de salud mental.

A menudo las personas tienen buenas razones para llorar y contuvieron las lágrimas tanto tiempo que un hecho que parece insignificante o una palabra que toca el corazón, desencadena un llanto purificador.

Lejos de ser una expresión de agravamiento de un estado depresivo, o de un síntoma de debilidad; las lágrimas deben interpretarse como una forma de “soltar” algo que tenemos retenido con la esperanza de poder dejarlo atrás.



Las mujeres lloramos más que los hombres.

Una encuesta realizada en el marco de una investigación de la Universidad de Tilburg, obtuvo como resultado que las mujeres lloran en promedio entre dos a cuatro veces al mes, mientras que los hombres lo hacen una o dos veces, cada dos meses.

Asimismo, las mujeres lloran durante más tiempo. Aproximadamente seis minutos en promedio en relación a dos o tres minutos, en comparación con los hombres. ¡Importante diferencia!
Las diferencias radican en distintos aspectos. Una tiene que ver con la prolactina, una hormona femenina que nos hace más vulnerables desde lo emocional.

También existen diferencias socioculturales. Las mujeres estamos más expuestas a situaciones emocionales, generamos más empatía, nos solidarizamos más con el dolor y el sufrimiento, estamos en contacto con mayor frecuencia con los cuidados de familiares que sufren, les damos más importancia a las relaciones sociales o reaccionamos con una carga enorme de emociones frente a la adversidad, mientras que los hombres tienen mayor tendencia a enfrentar estas situaciones de manera agresiva, neutralizando los sentimientos que generan el llanto.



Los hombres sí lloran.

En nuestra cultura, las lágrimas son socialmente mejor aceptadas en las mujeres que en los hombres. 


Ellos parece que están obligados a contener las lágrimas, pero sólo cuando se muestran en público, porque en un círculo privado, los hombres pueden llorar como cualquiera.

Sin embargo, no existe diferencia entre hombres y mujeres cuando se trata de llorar en un momento dramático, de duelo o de fin de una relación. En esas circunstancias llorar es aceptado socialmente tanto para un sexo como para el otro.

Pero si es otro el que llora, ¿qué hacer?

Por experiencia propia, sabemos que frases como “no es para tanto”, “tampoco te pongas así”, “no llores”… No sirven de nada. Y no sólo no sirven de nada, sino que la persona que sufre, se siente incomprendida haciendo que su dolor se profundice.

Entendemos que la intención pueda ser buena, pero debemos saber que llorar es un mecanismo natural, una necesidad biológica, un intento de cura y un esfuerzo por estabilizar nuestro organismo.

Ya todos pasamos por esa situación y comprobamos que llorar calma y brinda alivio.
Un estudio realmente sorprendente llevado a cabo por el doctor William Frey en Minnesota, descubrió que al analizar las lágrimas de los pacientes en terapia, éstas contenían hormonas del estrés (ACTH), mientras que las lágrimas que se vertían al cortar cebollas, no contenían esta hormona. ¡Increíble!

Llorar no solamente puede aliviar, sino que también puede curar. Muchas personas se sienten liberadas no solamente de sus trastornos psicológicos, sino también de algunos síntomas físicos cuando lloran y el llanto está conectado con sufrimientos que fueron reprimidos durante años.

Incluso algunos han dado cuenta de haberse liberado de alergias, sinusitis y otras dolencias a través de llanto.

Desgraciadamente, los adultos a veces tenemos una mirada condenatoria y de censura frente al llanto tanto en otros como en nosotros mismos. Condenamos a alguien que llora porque lo consideramos débil o cobarde o reprimimos también nuestras propias lágrimas por miedo a mostrarnos vulnerables, cuando en realidad nuestro cuerpo nos está pidiendo vaciar las angustias viejas o nuevas, renovar el espíritu y liberarnos de esa carga para poder seguir adelante.

¿Qué te pareció este análisis sobre el llanto y las lágrimas? ¿Sueles llorar a menudo? ¿Cómo te sientes después de llorar? ¡Comenta y comparte!

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